Estaba el gato Panchito
tranquilo y muy solazado
a la jaula encaramado
escuchando al periquito,
que con su trino exquisito
le llamaba la atención
y no perdía ocasión
de mirarlo, el muy taimado,
pensando —¡Qué buen bocado,
para darme un atracón!
Se acercó pausadamente
y lo observó con fijeza
a un palmo de su cabeza
con un descaro evidente
y el pájaro alegremente
le cantaba su canción
sin ver que la tentación
cada vez era más fuerte,
y en su inocencia no advierte
de Panchito la intención.
Pero, mientras se decide,
ve que con gracia infinita
por allí pasa Florita
y del ave se despide
pues su deseo se divide
y desea partir tras ella
¡es una gata tan bella!
y el pájaro de momento
queda feliz y contento;
lo salvó su buena estrella.
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